sábado, 14 de mayo de 2011

De como subyugar a los enemigos internos

El paṭimokkha, parte central del código ético budista señala: "La paciencia que todo lo soporta es la más grande austeridad, igual que el Nibbāna. No es un verdadero renunciante aquel que daña a otros. No es un verdadero asceta quien a otros lastima."
Esta caracterización del renunciante budista prevalece en la mayor parte de las obras canónicas pāli.  La transformación de una persona común en un verdadero seguidor del Dhamma budista depende de su observancia fiel hacia los 5 preceptos básicos, de los cuáles, el primero es sin duda el más importante: "No tomar la vida de ningún ser vivo."
Al respecto sería correcto afirmar que el budismo indio tenía como modelo ideal al individuo que practicaba el auto-control, el respeto hacia los demás y en general una actitud pacífica frente a la vida.
Sin embargo, ¿cuál era la solución del budismo indio ante la violencia, fenómeno presente en todos los ámbitos de la vida personal y social?
El academicismo europeo y norteamericano negó durante mucho tiempo que el budismo tuviera algún tipo de relación con el tema de la violencia. Sólo hasta hace poco ha habido un interés creciente en este ámbito, que se ha reflejado en estudios sobre budismo y violencia política, específicamente en el caso de Sri Lanka.
La postura del budismo hacia la violencia es compleja y no se puede agotar en una pequeña nota como ésta. Transita desde su total negación hasta la aceptación de cierto grado de violencia necesario de acuerdo con los medios hábiles requeridos para una ocasión en específico. 
El caso de la violencia en el proceso del cultivo mental o meditación es un ámbito poco estudiado en el mundo académico. Sin embargo, los manuales de técnicas meditativas y sus comentarios están llenos de referencias directas a la utilización de prácticas drásticas en casos extremos, cuando todas las demás posibilidades se han agotado. Por ejemplo, en el Vitakkasaṇṭhāna Sutta, un discurso del Dīgha Nikāya que expone diferentes medios para eliminar pensamientos malignos y dañinos, se aconseja recurrir a técnicas agresivas en contra de ellos, cuando han fallado otras más amables:

"Igual que un hombre fuerte sujeta a uno más debil por la cabeza o los hombros y lo controla, lo somete y lo abate a golpes, el monje en quien siguen surgiendo pensamientos malignos y dañinos a pesar de haber reflexionado para remover la fuente de pensamientos dañinos, debería controlar, subyugar y abatir la mente  [maligna] con la mente [correcta] apretando los dientes y presionando la lengua contra el paladar. Entonces los pensamientos malignos y dañinos conectados con la avidez, la hostilidad y el engaño se eliminan y desaparecen. Al eliminarlos la mente permanece firme, se asienta, unifica y concentra en su objeto [de meditación]." (Vitakka-Santhana Sutta MN 20)
El objetivo de una acción agresiva en el caso de un meditador es el triple veneno, las tres condiciones mentales que resumen las disposiciones nocivas del pensamiento. No son seres en sí mismos y no existen como entidades fuera del complejo cuerpo-mente, y sin embargo son vistos como los peores enemigos, únicos factores que merecen no nuestro odio, más en ciertas ocasiones sí nuestra agresividad.