sábado, 30 de octubre de 2010

Sobre el estado previo a la domesticación

Por lo general, los estudios de conversión se enfocan en analizar el proceso de conversión, y los resultados concretos a nivel de comportamiento y de cambios de significación. Pero se deja de lado de que es lo que se está convirtiendo el individuo, es decir, si hay algo a lo que se convierte, debe haber por fuerza algo de lo que se desconvierte. Siendo así, podríamos decir que en el caso de las historias de domesticación budistas, la transformación cobra importancia, además de por el resultado (y podríamos decir que más que por el resultado que hasta cierto punto es predecible), por el estado previo a la domesticación. En este sentido es pertinente hablar del estado previo a la domesticación como el estado que define la importancia (o por lo menos una buena parte de la importancia) de la domesticación en sí. En suma, es la violencia, el canibalismo, la crueldad asociada con el estado previo lo que le da verdadero sentido a la domesticación. Si fuera de otra manera estaríamos hablando de conversión y no de domesticación.

martes, 19 de octubre de 2010

Comer o ser comido


En un sentido, la relación del budismo con los reyes y los espíritus se puede reducir a una dialéctica del devorar, donde dos fuerzas se disputan el derecho a sentarse a la mesa y tener preferencia en la ingestión del otro. Señalemos por ejemplo el caso del chino Sun-Wukong, el rey mono de la legendaria Viaje al Oeste. En su encuentro con innumerables demonios (que en su mayoría son demonesas), el asunto se reduce a comer o ser comido. Dos potencias, el poder de lo salvaje e indómito de la naturaleza, y el poder ordenador del budismo, se enfrentan en una dialéctica del devorar. Los demonios desean tragarse al monje Tang, pero el rey mono tiene un apetito de control aun más feroz que ellos por lo que siempre terminan con el cráneo partido por su vara que en otro nivel podríamos interpretar como su gran diente o colmillo.
Otro tanto sucede con el budismo en India y el caso de los reyes y los espíritus. Ambos son devoradores de seres (los yakṣas y rakṣasas devoran seres humanos, y algunos reyes también), se alimentan de la vida de otros sobre los que ejercen violencia para satisfacer sus deseos culinarios. Su domesticación no se restringe a un cambio de hábitos alimenticios. Se produce un proceso de inversión de elementos, donde los devoradores se convierten en los devorados. El poder domesticador y ordenador del Buda y sus discípulos se encarga de ingerir simbólicamente a estos seres, pero de una manera muy peculiar, diferente al devorar de las bestias salvajes. Podríamos decir que el budismo come de una manera organizada y civilizada, y al comer no destruye sino que ordena, arregla y jerarquiza.